martes, 13 de abril de 2010

MIGUEL HERNÁNDEZ- Centenario

Este año se celebra el centenario del nacimiento del poeta y dramaturgo Miguel Hernández Gilabert que nació en Orihuela (Alicante) el 30 de octubre de 1910.

Su padre es un modesto cabrero y, desde niño, le ayuda a pastorear el ganado. Sin abandonar del todo esta tarea, asiste durante dos años al colegio de los jesuitas, pero tiene que dejarlo para dedicarse por entero al ganado. Su formación es autodidáctica. Se aficiona a la lectura y empieza a escribir versos. Se introduce en los círculos literarios en su pueblo natal, en donde conoce a José Marín Gutiérrez, el célebre Ramón Sijé, que, aunque tres años más joven que Miguel, será su guía y maestro.

Pronto empieza a publicar sus poemas en las revistas locales. Cargado de versos y de ilusiones, hace el primer viaje a Madrid a finales de noviembre de 1931. Su primer contacto con Madrid no le resulta nada fácil. Se siente solo, perdido dentro del bosque de edificios y asfalto. La ciudad le viene grande. Al llegar a la capital todo le sorprende: las avenidas, la escasa vegetación, y sobre todo, la prisa de sus gentes. Su mirada no alcanza a ver su sierra del Seminario, ni su río Segura, ni sus naranjos. Sin trabajo y abandonado de todos, Miguel se desespera. Y en plena ruina económica y moral, decide pedir dinero para poder realizar el viaje de regreso a su tierra en mayo de 1932.

Miguel, tras su primera experiencia negativa madrileña, vuelve a intentarlo de nuevo. Así, en marzo de 1934, el poeta alicantino se encuentra de nuevo en Madrid. Este viaje supone un cierto triunfo para él. Durante los meses de julio, agosto y septiembre, José Bergamín le publica su Auto Sacramental. Comienza a relacionarse con los grandes poetas de aquel entonces: Rafael Alberti, Vicente Aleixandre, y sobre todo, con el chileno Pablo Neruda. En esta ocasión obtiene trabajo en las Misiones Pedagógicas y después cambia de empleo y empieza trabajar con José Maria Cossío en la Enciclopedia Los toros.

En enero de 1933 aparece, publicado por la editorial de La Verdad, en Murcia, su primer libro: Perito en lunas. En un principio, Miguel pensaba titular este libro "Poliedros", nombre que sustituyó finalmente por el de "Perito en lunas". Miguel demuestra en este libro un gran dominio de la metáfora. La luna es el hilo conductor de toda la obra. Su presencia-directa o indirecta- se manifiesta continuamente. En unas ocasiones la luna será "linete", en otras "era", "hogaza", "narciso", etc. Lo mismo ocurre con la palmera, que se convierte, metafóricamente, en "surtidor", "columna", "espuela", "camello", "sierpe", "pájaro", etc.

En el momento en que estalla la guerra civil, se encuentra en Orihuela. Va a Madrid el 18 de septiembre y se alista voluntario en el ejército popular de la república. Ingresa en el quinto Regimiento, de filiación comunista. Recorre los frentes como comisario de la cultura de El Campesino, recita sus versos en las trincheras, escribe teatro, poemas, prosas.

Al terminar la guerra, intenta marcharse a Portugal, pero es detenido en la frontera y entregado a la policía española. Comienza entonces una dolorosa peregrinación por diversas cárceles. Inesperadamente, en el mes de septiembre lo dejan en libertad condicional. Solicita asilo político en la embajada de Chile y piensa en emigrar a ese país, pero no se le permite. Se va al pueblo y es apresado de nuevo. En julio de 1940 se le condena a muerte, pero la máxima pena le será conmutada por treinta años de prisión. Aún tiene que recorrer varios centros penitenciarios. Pasa hambre y frío y su salud se resiente.

El último destino es el reformatorio de adultos de Alicante. Allí contrae el tifus, que degenera en tuberculosis. Arrastra durante meses una prolongada agonía en medio de una penosísima situación. Muere el 28 de marzo de 1942. Sus últimos versos quedaron escritos en la pared, según suele afirmarse:

Adiós, hermanos, camaradas, amigos,
despedidme del sol y de los trigos.

LA POESÍA DE MIGUEL HERNÁNDEZ EN CANCIONES

Joan Manuel Serrat - Para la libertad

Para la libertad


Para la libertad sangro, lucho, pervivo.

Para la libertad, mis ojos y mis manos,

como un árbol caudal, generoso y cautivo,

doy a los cirujanos.


Para la libertad siento más corazones

que arenas en mi pecho; dan espuma mis venas

y entro en los hospitales, y entro en los algodones

como en las azucenas.


Porque donde unas cuencas vacías amanezcan

ella pondrá dos piedras de futura mirada

y hará que nuevos brazos y nuevas piernas crezcan

en la carne talada.


Retoñarán aladas de savia sin otoño

reliquias de mi cuerpo que pierdo en cada herida

Porque soy como el árbol talado, que retoño:

porque aún tengo la vida.

Joan Manel Serrat y Miguel Ríos. Para la libertad.


POETAS. No cesará este rayo que me habita.

¿No cesará este rayo que me habita

el corazón de exasperadas fieras

y de fraguas coléricas y herreras

donde el metal más fresco se marchita?


¿No cesará esta terca estalactita

de cultivar sus duras cabelleras

como espadas y rígidas hogueras

hacia mi corazón que muge y grita?


Este rayo ni cesa ni se agota:

de mí mismo tomó su procedencia

y ejercita en mí mismo sus furores.


Esta obstinada piedra de mí brota

y sobre mí dirige la insistencia

de sus lluviosos rayos destructores.

El rayo que no cesa (1934-1935)

JOAN BAEZ, Llegó con tres heridas.

Llegó con tres heridas:

la del amor,

la de la muerte,

la de la vida.


Con tres heridas viene:

la de la vida,

la del amor,

la de la muerte.


Con tres heridas yo:

la de la vida,

la de la muerte,

la del amor.


Cancionero y romancero de ausencias (1938-1941)

Joan Manel Serrat, Menos tu vientre.

Menos tu vientre,

todo es confuso.

Menos tu vientre,

todo es futuro

fugaz, pasado

baldío, turbio.

Menos tu vientre,

todo es oculto.

Menos tu vientre,

todo inseguro,

todo postrero,

polvo sin mundo.

Menos tu vientre,

todo es oscuro.

Menos tu vientre

claro y profundo.


Cancionero y romancero de ausencias (1938-1941)

Paco Ibáñez, Andaluces de Jaen.

ACEITUNEROS

Andaluces de Jaén,

aceituneros altivos,

decidme en el alma: ¿quién,

quién levantó los olivos?


No los levantó la nada,

ni el dinero, ni el señor,

sino la tierra callada,

el trabajo y el sudor.


Unidos al agua pura

y a los planetas unidos,

los tres dieron la hermosura

de los troncos retorcidos.


Levántate, olivo cano,

dijeron al pie del viento.

Y el olivo alzó una mano

poderosa de cimiento.


Andaluces de Jaén,

aceituneros altivos,

decidme en el alma: ¿quién

amamantó los olivos?


Vuestra sangre, vuestra vida,

no la del explotador

que se enriqueció en la herida

generosa del sudor.


No la del terrateniente

que os sepultó en la pobreza,

que os pisoteó la frente,

que os redujo la cabeza.


Árboles que vuestro afán

consagró al centro del día

eran principio de un pan

que sólo el otro comía.


¡Cuántos siglos de aceituna,

los pies y las manos presos,

sol a sol y luna a luna,

pesan sobre vuestros huesos!


Andaluces de Jaén,

aceituneros altivos,

pregunta mi alma: ¿de quién,

de quién son estos olivos?


Jaén, levántate brava

sobre tus piedras lunares,

no vayas a ser esclava

con todos tus olivares.


Dentro de la claridad

del aceite y sus aromas,

indican tu libertad

la libertad de tus lomas.


Viento del pueblo (1936-1937)

Joan Manel Serrat. Nanas de la cebolla.

NANAS DE LA CEBOLLA

La cebolla es escarcha

cerrada y pobre:

escarcha de tus días

y de mis noches.

Hambre y cebolla:

hielo negro y escarcha

grande y redonda.



En la cuna del hambre

mi niño estaba.

Con sangre de cebolla

se amamantaba.

Pero tu sangre,

escarchada de azúcar,

cebolla y hambre.


Una mujer morena,

resuelta en luna,

se derrama hilo a hilo

sobre la cuna.

Ríete, niño,

que te tragas la luna

cuando es preciso.



Alondra de mi casa,

ríete mucho.

Es tu risa en los ojos

la luz del mundo.

Ríete tanto

que en el alma al oírte,

bata el espacio.


Tu risa me hace libre,

me pone alas.

Soledades me quita,

cárcel me arranca.

Boca que vuela,

corazón que en tus labios

relampaguea.


Es tu risa la espada

más victoriosa.

Vencedor de las flores

y las alondras.

Rival del sol.

Porvenir de mis huesos

y de mi amor.


La carne aleteante,

súbito el párpado,

el vivir como nunca

coloreado.

¡Cuánto jilguero

se remonta, aletea,

desde tu cuerpo!



Desperté de ser niño.

Nunca despiertes.

Triste llevo la boca.

Ríete siempre.

Siempre en la cuna,

defendiendo la risa

pluma por pluma.


Ser de vuelo tan alto,

tan extendido,

que tu carne parece

cielo cernido.

¡Si yo pudiera

remontarme al origen

de tu carrera!


Al octavo mes ríes

con cinco azahares.

Con cinco diminutas

ferocidades.

Con cinco dientes

como cinco jazmines

adolescentes.


Frontera de los besos

serán mañana,

cuando en la dentadura

sientas un arma.

Sientas un fuego

correr dientes abajo

buscando el centro.


Vuela niño en la doble

luna del pecho.

Él, triste de cebolla.

Tú, satisfecho.

No te derrumbes.

No sepas lo que pasa

ni lo que ocurre.

CANCIÓN ÚLTIMA Joan Manuel Serrat.

EL NIÑO YUNTERO Joan Manuel Serrat

ENLACES PARA SABER MÁS SOBRE MIGUEL HERNÁNDEZ:

Su vida:

http://www.miguelhernandezvirtual.com/xml/sections/el_poeta/vida/

Su obra:

http://www.juntadeandalucia.es/averroes/sanwalabonso/miguelhernandez/

http://www.miguelhernandezvirtual.com/xml/sections/el_poeta/obra/

http://www.materialesdelengua.org/LITERATURA/HISTORIA_LITERATURA/MIGUEL_HERNANDEZ/miguelhernandez_caza.htm#recursos

http://www.eroj.org/angulo/hernande.htm

El patio de Miguel

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